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⁜ DIFERENCIA ENTRE EL CONOCIMIENTO DE SÍ MISMO Y LA HUMILDAD | VOLUMEN 3 ⁜
⁜ DIFERENCIA ENTRE EL CONOCIMIENTO DE SÍ MISMO Y LA HUMILDAD | VOLUMEN 3 ⁜
Diferencia entre el conocimiento de sí mismo y la humildad.
(1) Encontrándome en mi habitual estado, mi amable Jesús ha venido en un estado que daba compasión. Tenía las manos atadas fuertemente y el rostro cubierto de salivazos, y algunas personas lo abofeteaban horriblemente, y Él permanecía quieto, plácido, sin hacer ni un movimiento ni emitir un lamento, ni siquiera un movimiento de pestañas, para demostrar que Él quería sufrir estos ultrajes, y esto no sólo externamente, sino también internamente. ¡Qué espectáculo tan conmovedor, de hacer despedazar los corazones más duros! ¡Cuántas cosas decía aquel rostro con los salivazos en él, ensuciado de fango! Yo me sentía horrorizar, temblaba, me veía toda soberbia delante de Jesús. Mientras estaba en este aspecto, Él me ha dicho:
(2) “Hija mía, sólo los pequeños se dejan manejar como se quiere, no aquellos que son pequeños de razón humana, sino aquellos que son pequeños pero llenos de razón divina. Sólo Yo puedo decir que soy humilde, porque en el hombre lo que se dice humildad, más bien se debe decir conocimiento de sí mismo, y quien no se conoce a sí mismo camina ya en la falsedad”.
(3) Durante algunos minutos Jesús hizo silencio y yo lo contemplaba. Mientras esto hacía he visto una mano que traía una luz, que hurgando en mi interior, en los más íntimos escondites, quería ver si había en mí el conocimiento de mí misma y el amor a las humillaciones, a las confusiones y a los oprobios; aquella luz encontraba un vacío en mi interior, y yo también veía que debía ser llenado con humillaciones y confusiones a ejemplo del bendito Jesús. ¡Oh, cuántas cosas me hacía comprender aquella luz y aquel rostro santo que estaba frente a mí! Decía entre mí: “Un Dios, humillado por amor mío, confundido, y yo, pecadora, sin estas divisas. Un Dios estable, firme en soportar tantas injurias, tanto que no se mueve ni un poquito para liberarse de esos escupitajos fétidos, – ¡ah! me parece ver su interior ante la Divinidad, y el exterior ante los hombres – sin embargo, si quiere lo puede hacer, porque no son las cadenas las que lo atan, sino su estable Voluntad, que a cualquier costo quiere salvar al género humano. ¿Y yo? ¿Y yo? ¿Dónde están mis humillaciones, dónde la firmeza, la constancia en el hacer el bien por amor de mi Jesús y por amor de mi prójimo? ¡Ay, qué diferentes víctimas somos yo y Jesús, porque de hecho no nos parecemos en nada!” Mientras mi pequeño cerebro se perdía en esto, mi adorable Jesús me ha dicho:
(4) “Mi Humanidad estuvo llena solamente de oprobios y humillaciones, tanto, de derramarse fuera, he aquí por qué ante mis virtudes tiembla el Cielo y la tierra, y las almas que me aman se sirven de mi Humanidad como escalera para subir a probar algunas gotitas de mis virtudes. Dime, ante mi humildad, ¿dónde está la tuya? Sólo Yo puedo gloriarme de poseer la verdadera humildad, mi Divinidad unida a mi Humanidad podía obrar prodigios en cada paso, palabra y obra, en cambio voluntariamente me restringía en el cerco de mi Humanidad y me mostraba como el más pobre, y llegaba a confundirme con los mismos pecadores.
(5) La obra de la Redención en poquísimo tiempo podía hacerla, aun con una sola palabra, pero quise durante el curso de tantos años, con tantos trabajos y sufrimientos, hacer mías las miserias del hombre, quise ejercitarme en tantas diversas acciones para hacer que el hombre fuese todo renovado, divinizado, aun en las mínimas obras, porque realizadas por Mí, que era Dios y Hombre, recibían nuevo esplendor y quedaban con la marca de obras divinas. Mi Divinidad escondida en mi Humanidad, con descender a tanta bajeza, sujetarse al curso de las acciones humanas mientras que con un solo acto de Voluntad habría podido crear infinitos mundos,con sentir las miserias, las debilidades de otros como si fuesen suyas, con verse cubierta de todos los pecados de los hombres ante la divina justicia, y que debía pagar con el precio de penas inauditas y con el desembolso de toda su sangre, ejercitaba continuos actos de profunda y heroica humildad.
(6) He aquí oh hija mía, la diferencia grandísima de mi humildad con la humildad de las criaturas, que ante la mía, apenas es una sombra; aun la de todos mis santos, porque la criatura es siempre criatura y no conoce cuánto pesa la culpa como la conozco Yo, aunque sean almas heroicas que a mi ejemplo se han ofrecido a sufrir las penas de otros, pero éstas no son diferentes de aquellas, de las otras criaturas, no son cosas nuevas para ellas, porque están formadas del mismo barro. Además, el sólo pensar que esas penas son causa de nuevas adquisiciones y que glorifican a Dios, es un gran honor para ellas. Además de esto, la criatura está restringida en el cerco donde Dios la ha puesto, y no puede salir de esos límites con los que Dios la rodeó. ¡Oh! si estuviese en su poder el hacer y el deshacer, cuántas otras cosas harían, cada uno llegaría a las estrellas. Pero mi Humanidad divinizada no tenía límites, sino que voluntariamente se restringía en Sí misma, y esto era un entretejer todas mis obras de heroica humildad. Había sido esta la causa de todos los males que inundan la tierra, esto es, la falta de humildad, y Yo con el ejercicio de esta virtud debía atraer de la divina justicia todos los bienes. ¡Ah, sí, que no parten de mi trono rescritos de gracias sino por medio de la humildad! Ningún billete puede ser recibido por Mí, si no contiene la firma de la humildad, ninguna oración escuchan mis oídos y mueve a compasión mi corazón, si no está perfumada con el aroma de la humildad. Si la criatura no llega a destruir el germen de honor, de estima, y esto se destruye con llegar a amar el ser despreciada, humillada, confundida, sentirá un entrelazamiento de espinas alrededor de su corazón, advertirá un vacío en su corazón que le dará siempre fastidio y la volverá muy desemejante de mi Santísima Humanidad, y si no llega a amar las humillaciones, a lo más podrá conocerse un poco a sí misma, pero no resplandecerá ante Mí vestida por la bella y agradable vestidura de la humildad”.
(7) ¿Quién puede decir cuántas cosas comprendía sobre esta virtud y la diferencia entre el conocerse a sí mismo y la humildad? Me parecía tocar con la mano la diferencia de estas dos virtudes, pero no tengo palabras para explicarme. Para decir alguna cosa me sirvo de una idea, por ejemplo: Un pobre dice que es pobre, y aun a personas que no lo conocen y que tal vez pueden creer que posee alguna cosa, él les manifiesta con franqueza su pobreza, se puede decir que se conoce a sí mismo y dice la verdad, y por esto es más amado, mueve a los demás a compasión de su miserable estado y todos lo ayudan, esto es el conocerse a sí mismo. Si después, aquel pobre avergonzándose de manifestar su pobreza se jactara de que él es rico, mientras que todos saben que no tiene ni siquiera vestidos para cubrirse y que se muere de hambre, ¿qué sucedería? Todos lo desprecian, nadie lo ayuda y llega a ser sujeto de burla y de ridiculez a cualquiera que lo conoce, y el miserable, yendo de mal en peor, termina con perecer. Tal es la soberbia ante Dios y aun ante los hombres, y he aquí que quien no se conoce a sí mismo, ya está fuera de la verdad y se precipita por el camino de la falsedad.
(8) Ahora, la diferencia con la humildad, si bien me parece que son dos hermanas nacidas en un mismo parto y que jamás se puede ser humilde si no se conoce a sí mismo, es por ejemplo un rico, que despojándose por amor a las humillaciones de sus nobles vestiduras, se cubre con miserables harapos, vive desconocido, a nadie manifiesta quien es él, se confunde con los más pobres, vive con los pobres como si fuera igual que ellos, hace de los desprecios y confusiones sus delicias, y esta es la bella hermana del conocimiento de sí mismo, esto es la humildad. ¡Ah! sí, la humildad llama a la gracia; la humildad rompe las cadenas más fuertes, como son el pecado; la humildad supera cualquier muro de división entre el alma y Dios, y a Él la regresa. La humildad es la pequeña planta, pero siempre verde y florida, no sujeta a ser roída por los gusanos, ni los vientos, ni las granizadas, ni el calor podrán hacerle daño ni marchitarla mínimamente. La humildad, si bien es la más pequeña planta, siempre saca ramas altísimas que penetran hasta en el cielo y se entrelazan entorno al corazón de Nuestro Señor, y sólo las ramas que salen de esta pequeña planta tienen libre la entrada en ese corazón adorable. La humildad es el ancla de la paz en las tempestades de las olas del mar de esta vida. La humildad es sal que condimenta todas las virtudes, y preserva al alma de la corrupción del pecado. La humildad es la hierba que brota en el camino pisado por los caminantes, que mientras es pisoteada desaparece, pero enseguida se ve surgir de nuevo más bella que antes. La humildad es como injerto noble que ennoblece a la planta silvestre. La humildad es el ocaso de la culpa. La humildad es la recién nacida de la gracia. La humildad es como luna que nos guía en las tinieblas de la noche de esta vida. La humildad es como aquel avaro negociante que sabe negociar bien sus riquezas, y no despilfarra ni siquiera un centavo de la gracia que le viene dada. La humildad es la llave de la puerta del Cielo, así que ninguno puede entrar en él si no tiene bien custodiada esta llave. Finalmente, de otra manera no terminaría nunca y me alargaría demasiado, la humildad es la sonrisa de Dios y de todo el Empíreo, y el llanto de todo el infierno.
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Enero 12, 1900
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